Por Fernando Donaires
La caída de la ley ómnibus y sus consecuencias políticas desnuda la fragilidad política y parlamentaria gobierno. La búsqueda de enemigos como método de legitimación asoma como un camino peligroso.
El Presidente Javier Milei llora en el muro de los lamentos, mientras su proyecto de Ley Ómnibus con el que pensaba refundar la Argentina, como es costumbre en nuestro país, se derrumbaba. Luego de un fatigoso trámite donde abundaron la impericia política, el oportunismo y los discursos tribuneros y donde por el contrario escaseó el sentido común, el diagnóstico correcto de la realidad y la voluntad de construir consensos mínimos que hagan posible una salida para el País, el oficialismo decidió su pase a comisión.
El jefe de estado pasa del conmovedor llanto a la furia descalificadora contra gobernadores y legisladores a quienes responsabiliza de este fracaso, además de considerarlos una casta de delincuentes que actúan en contra de los argentinos de bien, de quienes se atribuye la exclusiva representación. A la distancia jura venganza contra los “enemigos del pueblo”.
Cambia la terminología, cambian los destinatarios de los agravios, cambian los enemigos, lo que parece no cambiar es la forma de ejercer el poder en la Argentina, el kirchnerismo como método de conducción está más vivo que nunca, mal que les pese a los anti-kirchneristas de bien ya que hay otros que no ven con malos ojos que el método se esté usando del “lado del bien” incluso colegas muy republicanos hasta no hace mucho, suelen justificar las desmesuras del libertario bajo el argumento de que “es lo que la mayoría votó”, como si los ataques de Cristina Kirchner a los medios, empresarios, políticos y otros “enemigos de la Patria”, a los que le dedicaron tanto espacio, no hubiesen sido refrendados también electoralmente con circunstanciales mayorías. Macri quiso perfeccionar el método de la confrontación, vale recordar como terminó.
El mandatario parece no haber interpretado correctamente los resultados electorales, donde surge a las claras que los mismos ciudadanos que votaron por él, también lo hicieron por los Gobernadores electos en Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos y otras provincias, donde no solo no presentó candidatos, sino que desautorizó a quienes pretendieron hacerlo en su nombre. El mandato popular lo obliga a gobernar junto a ellos, no en su contra. La Nación la constituyen las provincias.
El error de diagnóstico político electoral llevó al Presidente a pensar que podía aprovechar el crédito social para, en pocos días, con un DNU derogar y o modificar más de trescientas leyes que alterarían el funcionamiento de sectores diversos como la medicina, el inmobiliario, el comercio la industria y especialmente lo referido al campo laboral sin mayor discusión.
Al mal cálculo del gobierno se sumó la voracidad de sectores empresarios que adquirieron los derechos de redacción del decreto. Su miopía los llevo a plantear una reforma laboral que arrasaba con derechos consagrados en la constitución. La CGT salió de su letargo se movilizó y logró con sus presentaciones que la reforma sea declarada inconstitucional.
El vamos por todo dejó al gobierno sin nada justamente en un sector en el que hay amplio consenso, incluso de sectores sindicales, de que hay que introducir modificaciones que acompañen los cambios en mundo laboral y que faciliten la creación de empleo formal.
La ley que acaba de caerse había logrado su aprobación en general luego de un dictamen de comisiones plagado de disidencias, la mitad de su frondoso articulado que abarcaba desde el uso de toga en los magistrados, privatizaciones, reformas en lo civil, lo penal y otros tantos temas, fue modificado o eliminado. El capítulo fiscal fue retirado directamente. Otro aspecto importante para lograr el necesario equilibrio fiscal quedaba en el tintero.
Nadie puede ignorar que el país necesita ordenar sus cuentas públicas y que esto conlleva inexorablemente a un ajuste fiscal después del desmadre que provocó el Ex Ministro Sergio Massa en su afán por alcanzar la presidencia, el tema es como se reparte el peso del mismo, quienes y como lo pagan. A la pesada herencia el gobierno le agrega Kilos con su mala praxis política para hilvanar todas las voluntades disponibles para darle impulso a su gobierno. Quienes acaban de fracasar en el gobierno, celebraron el traspié como un triunfo y agradecen que el gobierno les evite tener que mirarse en el espejo y revisar sus acciones recientes. Después de todo hace tiempo que su existencia política no depende de logros propios, sino de fracasos ajenos. La esperanza de que eso ocurra es lo único que los mantiene unidos “aguantando y resistiendo” pero reteniendo cargos del gobierno, vaya a saber si por “descuido” oficial o acuerdos superiores.
Milei no solo despreció a los legisladores opositores, los oficialistas también fueron ninguneados, la mayoría seguro no dan la talla para tamaña negociación. La relación con la oposición no pasaba por sus espadas legislativas, sino por enviados del ejecutivo que, en algunos casos, no se sabe que funciones desempeñan.
El presidente deberá revisar la forma de gestionar sus ideas, al menos con quienes las comparten y se muestran predispuestos a acompañarlo y aceptar que hay una parte de la sociedad que no las comparte y tiene derecho a confrontarlas dentro de los límites que imponen las reglas de la democracia. Los esfuerzos que se le piden a la sociedad son muy grandes, se necesita dar certezas de que no serán en vano. La búsqueda de enemigos como forma de legitimación política puede dar resultados en las campañas, en el gobierno solo sirve para fidelizar fanáticos, que siempre son minoría… La Argentina necesita generar confianza y certidumbre para superar la difícil situación en que se encuentra, avanzar de cualquier forma nos puede llevar a retroceder aún más y terminar en el muro de los lamentos por otra oportunidad perdida.